lunes, 17 de febrero de 2014

17/28 Cerezos en flor/Kirschblüten - Hanami (Alemania, 2008)

En Japón, las flores de cerezo, son una metáfora de la vida. 
Un breve y brillante instante de florecimiento, 
seguido por la inevitable caída y muerte.


El filme de Doris Dörrie utiliza el símbolo de los cerezos así como la danza Butoh para tejer  su relato. Las imágenes de la naturaleza se yuxtaponen a los estados emotivos que éstas pueden sugerir, un continuo oscilar de interior (gesto) a exterior. El Butoh, se asocia a la idea de una libertad que hacia afuera pareciera ridícula o sin sentido, una búsqueda y un espacio de emancipación.





Más que una apropiación del estilo del japonés, Dörrie reflexiona sobre su arte. En la realización de este ejercicio consigue una película de una belleza visual y semántica extraordinaria. Y es que, más allá de que goza de una fotografía impecable a cargo de Hanno Lenz, esta película logra una inmersión profunda en los símbolos universales de dos culturas altamente sensibles a partir de ideas que nunca dejarán de inquietar a lo seres humanos: el amor, la soledad y la fugacidad de la vida.

Tanto en el cine como en otras expresiones artísticas, el diálogo entre diversas tradiciones culturales es un medio decisivo a la hora de hacer arte. Cuando este recurso está en manos de un artista con sensibilidad, es incluso posible que una obra con deficiencias logre imponerse por su hondura. Concebida como un homenaje al legendario Yasujiro Ozu, la película Las flores del cerezo es una variación de la memorable Viaje a Tokio (1953) donde Doris Dörrie retoma temas fundamentales del cineasta japonés para abordarlos en armonía con el espíritu alemán.




Dada la simetría narrativa, el ritmo lento y la pasividad de la cámara en Las flores del cerezo parece que Dörrie planeó el rodaje de una película japonesa. Se trata así de un homenaje a Ozu, pero también de una exploración del cine nipón. Aunque esta búsqueda no es fallida, es evidente que la directora no logró consumar la concepción narrativa de la cinematografía oriental. El relato no se mueve con suficiente naturalidad y los personajes no logran despojarse de su creadora porque están forjados con esa sensibilidad intelectual que caracteriza a la literatura alemana. Todo descansa en la fuerza semántica de objetos, símbolos y acciones, a lo que se suma un afortunado uso del color que produce una atmósfera taciturna -el sol en el Báltico y el viento golpeando los cerezos en Japón-. (cfr articulo)

Titulo: Kirschblüten - Hanami
Directora: Doris Dörrie.
País: Alemania
Año: 2008
Duración: 127 minutos
Guión: Doris Dörrie.
Montaje: Inez Regnier y Frank Müller.
Fotografía: Hanno Lentz.
Música: Claus Bantzer.
Diseño de producción: Bele Schneider.
Vestuario: Sabine Greunig. 
Reparto: : Elmar Wepper (Rudi), Hannelore Elsner (Trudi), Aya Irizuki (Yu), Nadja Uhl (Franzi), Maximilian Brückner (Karl), Birgit Minichmayr (Karolin), Floriane Daniel (Emma), Felix Eitner (Klaus).


Sinopsis: Tras la muerte de la mujer, el viudo se reúne con su hijo en Japón; es decir, realiza el viaje que su esposa siempre añoró hacer. Y allí, gradualmente y de la mano de una altruista niña-Virgilio, se va transformando en ella, entre atisbos de cerezos en flor y asomos del tímido monte Fuji, con alusiones muy directas a los cien retratos que del volcán hiciera el ya clásico Hokusai.





Agridulce y a ratos amarga, Las flores del cerezo es una dura reflexión sobre la viudez, así como sobre el peso de la memoria del otro –su sombra que nos acompaña, así como una sombra acompaña a los que bailan Bhuto–, la pareja perdida, en nuestro propio devenir cotidiano. A la vez hermosa visualmente y cruda en su retrato de la buda vida familiar alemana, esta nueva película de Dörrie nos (de)muestra los atributos acumulados de la creadora, genuina y siempre original.  David Miklos




Película (en español de España -por si tienen las tripas-)

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