viernes, 15 de marzo de 2013

El nuevo Papa me da susto.


La llegada de un latinoamericano al puesto de Papa es un revés al pensamiento liberal y progresista del subcontinente y una bofetada a las víctimas de las dictaduras latinoamericanas. Es una amenaza a las libertades tan duramente conseguidas. Se dice que fue este hombre, argentino,  el elegido ya que en Europa el catolicismo está en crisis y en Africa hay una gran mayoría musulmana, es decir, Latinoamérica es el último bastión de corderitos. Sin América Latina la religión cristiana sería casi exclusivamente de Europa.

Si hay un rasgo trágicamente definitorio de América Latina es la corrupción e impunidad rampantes que le azotan desde tiempos coloniales. Europa fue civilizada por los árabes, en tanto América fue sifilizada por los europeos, eso incluye la imposición de su religión, un viejo instrumento de control, exclusión y dominación que ha sido un pilar en la formación de la sociedad de castas latinoamericana y un dique para el progreso, los derechos y la liberación de sus habitantes. La extensión de la verdadera fé fue uno de los móviles y justificaciones de la conquista. De ahí los rasgos característicos de los religiosos evangelizadores y misioneros que no se limitan a los problemas espirituales, llegan a intervenir en áreas esenciales de la formación de las sociedades latinoamericanas, como la educación, la salud, el estado civil y registro de personas, inhumaciones, ayuda social, etcétera y a menudo es la organización más fuerte. Asimismo, la Iglesia en el Nuevo Mundo logró acumular una cantidad enorme de riqueza y de tierras. En México, llegó a ser la primera propietaria del país al concentrar cerca de la mitad de las tierras cultivables.

Desde las guerras de independencia hasta la teología de la liberación, desde el pensamiento científico hasta las vacunas y la prevención de enfermedades como el SIDA, desde el concepto igualitario de mujer hasta el amor entre personas del mismo sexo o el sexo por placer, la maternidad elegida, la paternidad de parejas homosexuales, las otras religiones, todos y cada uno de estos temas han sido condenados por la Iglesia. Pero no solo eso, han ido más allá, han tomado las armas contra los que no piensan como ellos, los han entregado al enemigo, los han quemado en leña verde y más atrocidades que son de sobra conocidas. La historia de la Iglesia en Latinoamérica es la historia de las traiciones, la historia de los curas del pueblo y los jerarcas eclesiales, la historia del pensamiento más retrógrado aniquilando cualquier manifestación de libertad, de cambio, cualquier atisbo de emancipación.

En México, el movimiento de Reforma decidió la venta de los bienes de la Iglesia –desamortización- y promulgó una constitución liberal y laica (1857) que otorgaba la libertad de culto y realizaba la separación Iglesia -Estado. Lo anterior desencadenó la furia del clero y una guerra de tres años que culminó con una enorme deuda externa, el triunfo del bando de los liberales con Juárez, el retiro del nuncio apostólico en 1865 y la prohibición de la enseñanza religiosa en las escuelas. Para finales del siglo XIX, el porfiriato establece una relación  de facto que la Iglesia acepta. En el siglo XX la cuestión religiosa, nuevamente y a pesar de la secularización de la sociedad, volvió a llamar a las armas desatando una cruzada contrarrevolucionaria (guerra cristera) que es a la vez un movimiento mesiánico y una rebelión contra la modernización social. Así pues, en México, la lucha contra esta fuerza ultramontana contribuyó al nacimiento de un nuevo nacionalismo centrado en el Estado. A partir de la Constitución de 1917 la Iglesia es desconocida como institución jurídica independiente y pasa a ser sujeto de control del Estado. En el continente aunque casi todos los países refieren tener un Estado laico, la realidad es muy distinta ya que la influencia e intromisión de la Igliesia en ámbios que le trascienden es vigente al día de hoy. Un claro ejemplo es la leyenda "In God we trust" impreso en los billetes estadounidenses que contradice la Primera Enmienda a la Constitución de EEUU.

Ahora, después de un siglo de luchas sociales y guerras civiles donde la participación de la Iglesia ha sido más que cuestionable, incluso contra los de su misma grey (a los que ha considerado traidores, socialistas, comunistas o desechables) y en franca decadencia, con un grupo de clérigos envejecido y reducido tanto su numero de miembros clericales como feligreses, la Iglesia en Latinoamérica regresa por sus fueros.

El nuevo Papa me da susto porque representa lo más nefasto y retrógrado de nuestras sociedades. Desde que México reestableció relaciones con el Vaticano, el papel de la Iglesia ha sido abiertamente opositor a cualquier cambio hacia una sociedad emancipada y diversa. Ha luchado por revertir el pensamiento libertario, democratizador e igualitario de las sociedades latinoamericanas e imponer su visión única, por uniformar y aniquilar la riqueza del mosaiquismo cultural que ofrece este continente.  Algunos señalan que es mejor así, la Iglesia y sus intenciones fuera del clóset, ya que de todos modos tenía poder e influencia por debajo de la mesa.  Es cierto, pero ese activismo político y esa importante presencia en los medios no tiene precedente y los actores principales no han sido ni probos ni progresistas. La iglesia ha sido cómplice de las dictaduras y sus horrores, cuando no activo participante. Ha hecho todo lo posible por frenar las reformas sobre divorcio, matrimonios del mismo sexo, programas de salud (desde los de vacunación hasta los de control natal), aborto, derechos humanos, programas educativos, el arte, la vida secular, el laicismo, la pluralidad religiosa, los programas de investigación y divulgación científica, la libertad e  igualdad de la mujer en todos los aspectos (como ser humano, en el campo laboral, sexual, social, familiar, etc.).

El nuevo papa me da susto porque significa un espaldarazo a la reconquista espiritual de Latinoamérica, justo cuando estas sociedades reconocen, aceptan y disfrutan su inmensa riqueza y diversidad cultural. Porque significa el regreso de las guerras morales contra unas sociedades que abrazan las libertades de la democracia, las infinitas posibilidades éticas y espirituales que existen, que entienden la diferencia como fuente de conocimiento y no de miedo, que prefieren la empatía en vez de la compasión cristiana, la solidaridad en vez de la limosna, la educación y el libre pensamiento en vez de los dogmas y la fé, el argumento sobre la creencia. Sociedades que buscan la responsabilidad sobre la culpa y la justicia por encima de la impunidad. Sociedades que entienden el perdón como un proceso de sanación y aprendizaje no como un “borrón y cuenta nueva”. Que entienden la conciliación como reencuentro de una sociedad fracturada, no tener que cenar junto al victimario, ni al verdugo, ni al cómplice y eso implica que no queremos a uno de ellos impuesto a la cabeza de una institución trasnacional que se inmiscuye en asuntos que van más allá de su labor espiritual.

El nuevo Papa me da susto porque es quitarle al César lo que es del César para dárselo a Dios y eso,  en América Latina,  siempre ha resultado en oscurantismo, desgracia y muerte. Me da susto porque no existe institución más opaca, más vertical y más dogmática que la Iglesia. Porque representa una religión que ha sido el pilar de la discriminación –los negros, los indígenas, las mujeres- de la ignorancia inducida de los pueblos, del patriarcado como idiosincrasia universal, única,  incuestionable y perenne. El nuevo Papa me da miedo porque es jesuita y los jesuitas en América lograron tanto poder y riqueza que hicieron temblar a  las monarquías católicas europeas, por lo que fueron perseguidos y expulsados, para volver a reinstalarse a principios del siglo XIX. Me da miedo porque es jesuita y los jesuitas tienen a la educación como parte de la misión evangelizadora lo que los ha llevado a poseer instituciones en todos los niveles educativos donde ofrecen, bajo sus criterios, su propio modelo educativo, lo que no significa una educación laica y científica. El poder que la Iglesia ha ejercido en la educación ha servido para imponer y prolongar una ideología, no para educar, para amansar no para liberar. La educación ha sido usada como método de control social y de divulgación de un pensamiento y verdad únicos. Ha prolongado el papel supremacista del hombre blanco, cristiano haciendo terriblemente difícil el cambio de pensamiento en las sociedades latinoamericanas, promoviendo así sociedades machistas, racistas, que no necesitan mayor justificación para la violencia que ejercen pues han sido naturalizadas a través de los procesos “educativos” que más bien son adoctrinamientos.

El nuevo Papa me da susto, me da tristeza, me parece una ofensa a nuestras sociedades y una amenaza a nuestra forma de vida y al pensamiento libertario, es la prolongación de la impunidad que significa la prolongación de la violencia, los abusos, el crimen. La continuidad de una forma de organización que no da para más, que se ha evidenciado en toda su cruel y miserable realidad, la continuidad de la explotación de los recursos humanos, materiales y naturales en detrimento de todos  los habitantes de la zona y en beneficio de unos pocos que se hallan muy lejos. Es la coronación de la contradicción y la doble moral, es la aprobación del doble discurso, el doble rasero, es la perpetuación de la mentira y la falsedad.

Más información:
América Latina (Introducción al extremo Occidente) de Alain Roque. Ed Siglo XXI, 1989.
Un papa en el patio trasero

2 comentarios:

  1. ... y para muestra, basta un botón: Que no acaba de declarar, en su primera misa, que "Quien no le reza a Cristo, le reza al Diablo"... Esa sencilla frase, de un hombre sencillo, acaba de, sencillamente, establecer una condición de confrontación ideologica fundamentalista con el mundo no católico.

    ResponderEliminar
  2. Sin embargo, el nuevo pontificado tiende a reforzar la política de los Estados Unidos en la región, parece destinado a colocar un palo en la rueda de la integración regional y aislar así a Brasil y a Venezuela.

    Lo que está en juego en la región, lo que habrá de marcar su futuro, no es el destino de los curas pederastas, ni la permanente disminución de la cantidad de católicos, ni el matrimonio igualitario ni el aborto, sino la afirmación de Sudamérica como un polo de poder en un mundo cada vez más caótico. Eso pasa, inevitablemente, por una integración orientada por Brasil en base a dos alianzas estratégicas decisivas con Argentina y Venezuela.

    http://www.alainet.org/active/62464

    ResponderEliminar