La llegada de un latinoamericano al puesto de Papa es un
revés al pensamiento liberal y progresista del subcontinente y una bofetada a
las víctimas de las dictaduras latinoamericanas. Es una amenaza a las
libertades tan duramente conseguidas. Se dice que fue este hombre, argentino, el elegido ya que en Europa el
catolicismo está en crisis y en Africa hay una gran mayoría musulmana, es
decir, Latinoamérica es el último bastión de corderitos. Sin América Latina la
religión cristiana sería casi exclusivamente de Europa.
Si hay un rasgo trágicamente definitorio de América Latina
es la corrupción e impunidad rampantes que le azotan desde tiempos coloniales.
Europa fue civilizada por los árabes, en tanto América fue sifilizada por los
europeos, eso incluye la imposición de su religión, un viejo instrumento de
control, exclusión y dominación que ha sido un pilar en la formación de la
sociedad de castas latinoamericana y un dique para el progreso, los derechos y la
liberación de sus habitantes. La extensión de la verdadera fé fue uno de los
móviles y justificaciones de la conquista. De ahí los rasgos característicos de
los religiosos evangelizadores y misioneros que no se limitan a los problemas
espirituales, llegan a intervenir en áreas esenciales de la formación de las
sociedades latinoamericanas, como la educación, la salud, el estado civil y
registro de personas, inhumaciones, ayuda social, etcétera y a menudo es la
organización más fuerte. Asimismo, la Iglesia en el Nuevo Mundo logró acumular
una cantidad enorme de riqueza y de tierras. En México, llegó a ser la primera
propietaria del país al concentrar cerca de la mitad de las tierras
cultivables.
Desde las guerras de independencia hasta la teología de la
liberación, desde el pensamiento científico hasta las vacunas y la prevención
de enfermedades como el SIDA, desde el concepto igualitario de mujer hasta el amor entre
personas del mismo sexo o el sexo por placer, la maternidad elegida, la paternidad
de parejas homosexuales, las otras religiones, todos y cada uno de estos temas han sido condenados
por la Iglesia. Pero no solo eso, han ido más allá, han tomado las armas contra
los que no piensan como ellos, los han entregado al enemigo, los han quemado en
leña verde y más atrocidades que son de sobra conocidas. La historia de la
Iglesia en Latinoamérica es la historia de las traiciones, la historia de los
curas del pueblo y los jerarcas eclesiales, la historia del pensamiento más
retrógrado aniquilando cualquier manifestación de libertad, de cambio, cualquier atisbo de emancipación.
En México, el movimiento de Reforma decidió la venta de los
bienes de la Iglesia –desamortización- y promulgó una constitución liberal y
laica (1857) que otorgaba la libertad de culto y realizaba la separación Iglesia -Estado. Lo anterior desencadenó la furia del clero y una guerra de tres años que
culminó con una enorme deuda externa, el triunfo del bando de los liberales
con Juárez, el retiro del nuncio apostólico en 1865 y la prohibición de la enseñanza religiosa en las escuelas. Para finales del siglo
XIX, el porfiriato establece una relación
de facto que la Iglesia acepta. En el siglo XX la cuestión religiosa,
nuevamente y a pesar de la secularización de la sociedad, volvió a llamar a las
armas desatando una cruzada contrarrevolucionaria (guerra cristera) que es a la
vez un movimiento mesiánico y una rebelión contra la modernización social. Así
pues, en México, la lucha contra esta fuerza ultramontana contribuyó
al nacimiento de un nuevo nacionalismo centrado en el Estado. A partir de la
Constitución de 1917 la Iglesia es desconocida como institución jurídica
independiente y pasa a ser sujeto de control del Estado. En el continente aunque casi todos los países refieren tener un Estado laico, la realidad es muy distinta ya que la influencia e intromisión de la Igliesia en ámbios que le trascienden es vigente al día de hoy. Un claro ejemplo es la leyenda "In God we trust" impreso en los billetes estadounidenses que contradice la Primera Enmienda a la Constitución de EEUU.
Ahora, después de un siglo de luchas sociales y guerras
civiles donde la participación de la Iglesia ha sido más que cuestionable, incluso
contra los de su misma grey (a los que ha considerado traidores, socialistas, comunistas o
desechables) y en franca decadencia, con un grupo de clérigos envejecido y
reducido tanto su numero de miembros clericales como feligreses, la Iglesia en
Latinoamérica regresa por sus fueros.
El nuevo Papa me da susto porque representa lo más nefasto y
retrógrado de nuestras sociedades. Desde que México reestableció relaciones con
el Vaticano, el papel de la Iglesia ha sido abiertamente opositor a cualquier
cambio hacia una sociedad emancipada y diversa. Ha luchado por revertir el pensamiento libertario, democratizador e igualitario de las sociedades latinoamericanas e
imponer su visión única, por uniformar y aniquilar la riqueza del mosaiquismo
cultural que ofrece este continente. Algunos señalan que es mejor así, la Iglesia y
sus intenciones fuera del clóset, ya que de todos modos tenía poder e influencia
por debajo de la mesa. Es cierto, pero
ese activismo político y esa importante presencia en los medios no tiene
precedente y los actores principales no han sido ni probos ni progresistas. La iglesia
ha sido cómplice de las dictaduras y sus horrores, cuando no activo
participante. Ha hecho todo lo posible por frenar las reformas sobre divorcio,
matrimonios del mismo sexo, programas de salud (desde los de vacunación hasta
los de control natal), aborto, derechos humanos, programas educativos, el arte,
la vida secular, el laicismo, la pluralidad religiosa, los programas de
investigación y divulgación científica, la libertad e igualdad de la mujer en todos los aspectos
(como ser humano, en el campo laboral, sexual, social, familiar, etc.).
El nuevo papa me da susto porque significa un espaldarazo a
la reconquista espiritual de Latinoamérica, justo cuando estas sociedades
reconocen, aceptan y disfrutan su inmensa riqueza y diversidad cultural. Porque
significa el regreso de las guerras morales contra unas sociedades que abrazan
las libertades de la democracia, las infinitas posibilidades éticas y
espirituales que existen, que entienden la diferencia como fuente de
conocimiento y no de miedo, que prefieren la empatía en vez de la compasión
cristiana, la solidaridad en vez de la limosna, la educación y el libre
pensamiento en vez de los dogmas y la fé, el argumento sobre la creencia.
Sociedades que buscan la responsabilidad sobre la culpa y la justicia por
encima de la impunidad. Sociedades que entienden el perdón como un proceso de
sanación y aprendizaje no como un “borrón y cuenta nueva”. Que entienden la
conciliación como reencuentro de una sociedad fracturada, no tener que cenar
junto al victimario, ni al verdugo, ni al cómplice y eso implica que no
queremos a uno de ellos impuesto a la cabeza de una institución trasnacional
que se inmiscuye en asuntos que van más allá de su labor espiritual.
El nuevo Papa me da susto porque es quitarle
al César lo que es del César para dárselo a Dios y eso, en América Latina, siempre ha resultado en
oscurantismo, desgracia y muerte. Me da susto porque no existe institución más opaca, más
vertical y más dogmática que la Iglesia. Porque representa una religión que ha
sido el pilar de la discriminación –los negros, los indígenas, las mujeres- de
la ignorancia inducida de los pueblos, del patriarcado como idiosincrasia
universal, única, incuestionable y
perenne. El nuevo Papa me da miedo porque es jesuita y los jesuitas en América
lograron tanto poder y riqueza que hicieron temblar a las monarquías católicas europeas, por lo
que fueron perseguidos y expulsados, para
volver a reinstalarse a principios del siglo XIX. Me da miedo porque es jesuita
y los jesuitas tienen a la educación como parte de la misión evangelizadora lo
que los ha llevado a poseer instituciones en todos los niveles educativos donde
ofrecen, bajo sus criterios, su propio modelo educativo, lo que no significa
una educación laica y científica. El poder que la Iglesia ha ejercido en la
educación ha servido para imponer y prolongar una ideología, no para educar,
para amansar no para liberar. La educación ha sido usada como método de control
social y de divulgación de un pensamiento y verdad únicos. Ha prolongado el
papel supremacista del hombre blanco, cristiano haciendo terriblemente difícil
el cambio de pensamiento en las sociedades latinoamericanas, promoviendo así
sociedades machistas, racistas, que no necesitan mayor justificación para la
violencia que ejercen pues han sido naturalizadas a través de los procesos
“educativos” que más bien son adoctrinamientos.
El nuevo Papa me da susto, me da tristeza, me parece una
ofensa a nuestras sociedades y una amenaza a nuestra forma de vida y al
pensamiento libertario, es la prolongación de la impunidad que significa la
prolongación de la violencia, los abusos, el crimen. La continuidad de una
forma de organización que no da para más, que se ha evidenciado en toda su
cruel y miserable realidad, la continuidad de la explotación de los recursos
humanos, materiales y naturales en detrimento de todos los habitantes de la zona y en beneficio de
unos pocos que se hallan muy lejos. Es la coronación de la contradicción y la doble moral, es la aprobación del doble discurso, el doble rasero, es la perpetuación de la mentira y la falsedad.
Más información:
América Latina (Introducción al extremo Occidente) de Alain Roque. Ed Siglo XXI, 1989.
Un papa en el patio trasero
Más información:
América Latina (Introducción al extremo Occidente) de Alain Roque. Ed Siglo XXI, 1989.
Un papa en el patio trasero
... y para muestra, basta un botón: Que no acaba de declarar, en su primera misa, que "Quien no le reza a Cristo, le reza al Diablo"... Esa sencilla frase, de un hombre sencillo, acaba de, sencillamente, establecer una condición de confrontación ideologica fundamentalista con el mundo no católico.
ResponderEliminarSin embargo, el nuevo pontificado tiende a reforzar la política de los Estados Unidos en la región, parece destinado a colocar un palo en la rueda de la integración regional y aislar así a Brasil y a Venezuela.
ResponderEliminarLo que está en juego en la región, lo que habrá de marcar su futuro, no es el destino de los curas pederastas, ni la permanente disminución de la cantidad de católicos, ni el matrimonio igualitario ni el aborto, sino la afirmación de Sudamérica como un polo de poder en un mundo cada vez más caótico. Eso pasa, inevitablemente, por una integración orientada por Brasil en base a dos alianzas estratégicas decisivas con Argentina y Venezuela.
http://www.alainet.org/active/62464